7/16/2006

De mi para tú

Dedicado a mis entrañables
amigos/as de universidad.


2002, este año me evoca un montón de emociones nerviosas, ya que entraba a la universidad a estudiar periodismo, lo que siempre había querido durante los últimos años de mi vida pingüinesca.

La primera sensación era que entraba en un submundo absolutamente apartado de la realidad, era como un mundo ideal dentro de todo lo que era Chile en esos momentos. Además, ese año era mundialero- lo recuerdan- y todos como ahora, comentando lo que iba a suceder durante este evento deportivo.

Bueno, como no podía ser de otra forma, me perdí el mechoneo porque justo ese día tenía que ir al servicio militar, a presentar mis excusas. Dentro de lo aburrido que fue ir a este trámite, conocí al jugador de Colo Colo, Miguel Aceval.

En fin, mi primer día de clases oficial fue Filosofía con el profesor Mora, en una sala iluminada por los últimos rayos veraniegos de sol. Como siempre he sido ñoño, me senté en la primera fila junto a la ventana- mi asiento de preferencia- ordenando mis cosas cuando una personita se acerca y me saluda.

Luego de preguntarse las cosas de rigor- como el nombre y de donde eres-, me cuenta un chiste cruel y de mal gusto que solo lo entendí más tarde. Ella me dijo, “¿sabes que al profesor Mora le dicen el peón?… porque camina pa’ delante y como pal’ lado”. Obviamente tuve que contener la risa durante un buen tiempo.

Más adelante, conocí a un tipo de prominente barba y visiblemente mayor, acompañado de una chiquilla de fácil sonrisa metálica- ya que usaba frenillos- y pinta de skater, quienes contaban las historias más chistosas de las cosas que sucedían en el día a día. A esto se suma una señorita que hablaba golpeado y una chica de mirada ingenua, pero que se llevaban muy bien y con quienes compartí gran parte de mis años universitarios.

La universidad no solo es un paso a nivel académico, sino que también a nivel cotidiano y una buena escuela de la vida, donde todos nos mezclamos ya que estamos en la misma y las diferencias sociales a veces quedan a un lado y nos comportamos como personas ideales, donde somos como una gran comunidad y eso ha sido para mi esta larga estadía.

Hubieron momentos notables como cuando se me ocurrió salir en calzoncillos todo por unos escualidos puntajes concursables, así como la sacada de cresta que me di jugando al caballito de bronce. Otras soñaban con figurillas de televisión o pretendían realizar su vida al lado de personas que durante ese tiempo AÚN estaban en verde, obviamente las cosas con el tiempo cambian.

Recuerdo que alguien dijo por ahí durante los primeros años “U” que se querían casar vírgenes o que buscaban su príncipe azul, ahora dudo mucho que estos fundamentos se mantengan firmes. Así como otras personas nos contaban sus gracias de su retoño/a, provocado por un golazo de media cancha.

En fin, es muy difícil comprimir tantas historias en tan poco espacio, simplemente les quiero decir a todos que lo que se viene es genial y el sentirse en la dinámica de la incertidumbre que nos provoca el dejar la universidad. Yo creo que debe ser la misma que uno siente cuando deja la casa de los viejos, esa sensación de soledad y fragilidad, como que no te crees capaz de sobrevivir. Pero luego es superada y la mejor forma es a través del cariño que solo los buenos amigos/as te pueden brindar.

Así que amigos/as, lo que se viene es lo que de alguna manera siempre hemos querido.
Un abrazo a todos los que han estado conmigo y a los que han necesitado el consejo siempre diferente de este humilde servidor.

En honor a un amigo

¿Cuándo sabes que te llegó la hora? Si, porque hace algunas semanas falleció un amigo al cual yo quería mucho y que me enseñó a ver las cosas de manera distinta a lo tradicional.
Era una persona llena de vida, ágil, siempre dispuesto a disfrutar cada minuto de su vida.

De hecho, una de las últimas reuniones fue para celebrar el último año nuevo, su ultimo año nuevo. Pero con el timepo se le fue apagando la luz de su vida de apoco, como una vela que se agota y presintiendo que sus días estaban contados.

Quizás no era un santo, es cierto, sn embargo fue un amigo al cual se le podían contar muchas cosas y ser absolutamente discreto. Tenía siempre la palabra justa para solucionar los problemas, como si tuviera una bola de cristal y supiera lo que viene.

La única deuda que tengo con él, es no haber podido darle un abrazo muy fuerte y decirle cuanto lo quería, pero en el fondo sabe que si escribo ahora, es para honrarlo. Para tí Raul Godoy, que en paz descanses.